Como esto es una fiesta, dejadme que comience con un chiste : Alguien preguntó:
- ¿Qué tal os va por España?
- Pues no nos podemos quejar.
- O sea, que bien ¿no?
- No: que no nos podemos quejar.
Vivimos en un país en el que se puede acampar para ver a Justin Bieber pero no para defender nuestros derechos.
Hace
dos años nos dimos cuenta de que nuestro sistema, al que llamamos
democracia, no lo es. Por eso anunciamos en voz alta: “Españoles, la
democracia ha muerto”. Lanzamos el aviso de un error de sistema. Y nos
pedimos a nosotros mismos: “Reinicie, por favor”. Estamos seguros, sin
embargo, de que nos gusta la democracia aunque esté como ausente.
Hemos
aprendido que estamos inmersos en una situación de deterioro social y
económico que no es fruto de una crisis, sino de una estafa. Que no
falta el dinero, sino que sobran ladrones y quienes roban, nos mean y
dicen que llueve. Y como no somos los que debemos, no lo vamos a pagar.
Nos acusan de violentos, sin embargo sabemos que violencia es no llegar a
fin de mes. Que violencia es cobrar 600 euros. O tener una carrera y
comer mortadela. Cuando encontramos trabajo nos dicen “Manos arriba,
esto es un contrato”. Aunque les pese a los que nos oprimen, no podemos
apretarnos el cinturón y bajarnos los pantalones a un tiempo. Vivimos en
un país en el que a diario se alquilan esclavos económicos, de forma
que a quienes tenemos el privilegio de trabajar, nos sobra mes al final
del sueldo.
En
estos dos años nos hemos declarado la generación Nini: ni PSOE ni PP.
Ni cara A, ni cara B: queremos cambiar de disco, que deseamos que las
elecciones dejen de ser un trastorno bipolar crónico, porque entre
capullos y gaviotas, nos han tomado por idiotas. Cuando preguntamos
“¿Dónde está la izquierda?” descubrimos que está al fondo, a la derecha.
No nos representan quienes salvan a los bancos y roban a los pobres.
Por eso, anunciamos a todos los políticos que somos sus jefes y les
estamos haciendo un ERE, porque no puede ser que los pobres estén en la
cárcel y los corruptos en el poder. Hemos pedido que nos gobiernen las
putas, porque sus hijos han fracasado. Pero las putas respondieron:
“estos gobernantes no son nuestros hijos”. Así que hemos decidido que si
los políticos hacen el payaso, nosotros, los payasos, tendremos que
hacer política, y de este modo, cuando se apaguen los gilipollas…saldrá
el Sol.
En
estos dos años hemos apelado a quienes no se movilizan, a veces con
dureza, urgidos por la gravedad de la situación. Les advertimos que a
quienes se quedan mirando también les están robando. Les dijimos: “No
nos mires: únete”. Confiamos en que, incluso a quienes no salen de sus
casas, nadie podrá descolgarles estos pensamientos de su mente cuando el
último cartel haya caído. Le recordamos al madero que también es un
obrero. Ironizamos con los inconvenientes de apagar la televisión, ya
que la gente podría pensar y encender la mente. Eso quien no tenga la
televisión castigada hasta que diga la verdad. A quienes no salen con
nosotros les hemos preguntado “¿Que te dice tu conciencia? ¡Hazle
caso!”.
Llevamos
dos años pensando, luego estorbando, luego indignándonos.
Declarándonos rebeldes sin casa. Y como no tenemos casa, nos quedamos en
la plaza. No somos anti-sistema, el sistema es anti-nosotros. En estos
años muchos jóvenes han tenido que decir “Sueño, luego emigro”. Pero
cuando dejas a una generación sin curro, sin casa, sin futuro, obtienes
una generación SIN MIEDO. Nos han quitado demasiado, y por eso ahora lo
queremos todo; porque estamos en paro, pero no parados. Queremos
recordar a todo el mundo que ellos, los poderosos, nos necesitan a
nosotros y no nosotros a ellos. Es ley del equilibrio, que cuando los de
abajo se mueven, los de arriba se caen. Deseamos unir a todos los
ciudadanos, sin excluir ninguna procedencia: esto no es una cuestión de
izquierda contra derechas, es de los de abajo contra los de arriba.
No
vinimos a dormir, vinimos porque acabábamos de despertarnos. Somos la
revolución del cartón. Hay noches que todavía soñamos, y nuestros sueños
no caben en sus urnas. Ellos buscan victorias donde nosotros buscamos
razones. Si ayer estábamos indignados, hoy estamos ilusionados y si no
nos dejan soñar, no les dejaremos dormir. Nos acusan de violentos, mas
no necesitamos la violencia, porque tenemos la razón. Sabemos que solo
los que están tan locos como para pensar que pueden cambiar el mundo lo
consiguen y que quien dijo IMPOSIBLE, es porque nunca lo intentó. Los
que nos reunimos en asamblea en esta plaza, lo hacemos porque decidimos
que en el nombre del padre, en el nombre del hijo… y en el nombre de
nuestros nietos, debíamos estar aquí. Porque para nosotros es mejor
arriesgar y perder que perder por no haber arriesgado. Tal vez seamos
derrotados, pero nuestra causa es invencible.
Somos
la levadura que hará subir la masa. Como en la elaboración del pan,
basta con muy poca levadura, apenas unos gramos son suficientes para
fabricar un kilo de pan si se toma el tiempo suficiente. Nos mezclaremos
con la harina, que es toda la ciudadanía, con la ayuda del agua
procedente de todas las corrientes que alimentan el movimiento, arroyos
estacionales procedentes del deshielo de nuestras mentes. Y para
acelerar el proceso de fermentación sólo es necesario que suba la
temperatura. Para eso tenemos en nuestros gobernantes unos colaboradores
impagables. Y cuando la masa haya subido lo suficiente, encontraremos
el golpe de horno apropiado para obtener por nosotros mismos el pan que
necesitamos. El pan que nos están robando.
Las
barricadas cierran las calles, pero abren el camino, y por eso de norte
a sur, de este a oeste, la lucha continúa, cueste lo que cueste.