miércoles, 7 de mayo de 2014

15M-17M






Lo cierto es que aparentemente no tenemos mucho que celebrar hoy. Tres años después de aquel luminoso y esperanzador primer 15 de Mayo, el panorama es desalentador. Las condiciones de vida de un porcentaje altísimo de la ciudadanía se han deteriorado hasta el límite de la pobreza. Las condiciones laborales y sociales de todo el país han sufrido un retroceso de varias décadas. Nos consta que las leyes que han condicionado este deterioro han sido ejecutadas sin piedad por una clase política y financiera que mientras tanto se llenaba los bolsillos a cuatro manos con el dinero robado sutil y no tan sutilmente a los de abajo. Y se ha puesto en marcha el mecanismo con el pretexto de una crisis de la que ellos mismos son culpables, pero sin intención de retroceder cuando la situación económica revierta. Han impuesto las condiciones en las que, de seguir la ciudadanía asintiendo con su silencio, viviremos durante un tiempo que será largo y se nos hará eterno.

Tanto mis compañeros como yo, en este tiempo, hemos visto con desaliento como los ciudadanos nos miran con extrañeza, condescendencia o peor aún, con desconfianza. Las personas cercanas no siempre comprenden esta necesidad de “meterse en líos”. Hemos padecido las arbitrariedades de los poderosos, algunos en forma de molestia, otros en formas más graves que han podido afectar a sus vidas. En estos años, no son pocas las veces que nosotros mismos nos preguntamos qué hacemos aquí, qué nos mueve. No tenemos vocación de mártires, no seguimos en la calle buscando nuestra inmolación. Tampoco somos héroes intrépidos: tenemos miedo, por nosotros, por nuestra integridad, por nuestros intereses. Sin embargo hemos conseguido que ese miedo no nos paralice. Que no nos convierta en cabestros cuya expectativa única es la propia supervivencia y un pesebre a cualquier precio mientras esperan a que el temporal amaine. Hemos decidido no agachar la cerviz tratando de pasar desapercibidos cada vez que el capataz del amo se pasea a caballo golpeando orgulloso la bota con una fusta, pero tampoco embestimos.

Y tal vez ese sea el verdadero motivo de celebración: seguimos en pie, no han acabado con nosotros ni el desaliento ni los políticos. Seguimos dando pasos al frente, a pesar de la marejada represiva que pretende hacernos sentir amedrentados. Y hemos demostrado que es posible hacerlo pacíficamente a pesar de las provocaciones. Es posible que seamos considerados por muchos unos ilusos, ingenuos irredentos, incapaces de ver que no hay nada que hacer. Pero se equivocan. En estos tres años, los colectivos ciudadanos hemos demostrado que si se puede. Que los ciudadanos organizados y trabajando con seriedad pueden frenar la privatización de la sanidad pública. Que se pueden paralizar los desahucios cuando nos ayudamos. Que hay alternativas al sistema económico actual que permiten a la gente recuperar la dignidad y el control sobre sus vidas y que estas alternativas serán tanto más fuertes cuanto más uso hagamos de ellas. Que los ciudadanos organizados podemos sostener una producción centrada en las personas y el medio ambiente, sistemas de intercambio, de ayuda mutua, de energías alternativas, un sistema bancario con principios y una forma de informarse diferente. Que aunque lo repitan una y mil veces, la respuesta a la crisis ni es única ni es la que quienes se atribuyen la representación de los ciudadanos nos quieren imponer. Y el espíritu del 15M, su gente y su trabajo, están también en los colectivos que han llevado a cabo todos estos logros. A modo de andamio, las redes generadas a partir de aquel primer 15 de Mayo han permitido el nacimiento y facilitado el crecimiento de cientos de movimientos ciudadanos que ahora parecen dispersos, pero no lo están tanto en realidad.

Para el futuro nos queda el reto verdadero: llegar a generar una masa social crítica y comprometida, con un volumen suficiente como para que ignorarla no sea una opción. Una inmensa mayoría que llegue al convencimiento de que participar no es solo votar cada cuatro años. No es nuestro propósito evangelizar, no queremos que nadie comulgue con nuestras ideas, porque cada uno tenemos las propias. No pretendemos decir a nadie lo que debe pensar, sino hacer llegar a todo el mundo el mensaje de que reflexionar, tomar decisiones y actuar conforme a la propia dignidad y convencimiento es un deber y nuestra responsabilidad, e ignorarla es lo que nos ha privado del poder de controlar a nuestros políticos. Deseamos que las personas sepan que siempre se puede decidir, aunque hay que estar dispuesto a pagar el precio. Y ningún coste será tan elevado como padecer unas condiciones de vida miserables, ver a nuestros niños pasar hambre, a nuestros jóvenes desesperanzados, a nuestros ancianos y dependientes abandonados a una muerte lenta y larga, a nuestras mujeres golpeadas, a nuestros desempleados condenados a vivir de la caridad.

Todos y cada uno podemos y debemos formar parte de esa ciudadanía consciente y movilizada en pos de una vida digna para las personas.

Si, se puede.