domingo, 12 de octubre de 2014

Contra los tratados de libre comercio (TTIP, CETA)

Como europeos vamos a resultar afectados seriamente en nuestra vida diaria por los efectos que tendrán los tratados de libre comercio que se están negociando desde instituciones europeas con EEUU y Canadá. Sin embargo y a pesar de que dichos tratados modificarán de forma sustancial partes importantes de nuestras vidas y nuestras economías, las negociaciones se están llevando a cabo en el más absoluto oscurantismo. De espaldas no solo a la sociedad, sino también al Parlamento Europeo, sede de la soberanía ciudadana europea y única institución en la que los europeos tenemos representación. Las negociaciones se producen alejadas del debate o de la información a los medios de comunicación. Ha ido gestándose en la más oscura opacidad. Ni las organizaciones políticas, ni sociales, ni siquiera las organizaciones sindicales o empresariales oficiales han sido convocadas, consultadas o invitadas a realizar aportación alguna.Y este oscurantismo revela una posición de partida inquietante. Quienes los defienden lo hacen amparados en presuntos beneficios macroeconómicos, pero lo cierto es que ninguno de ellos se atreve a plantear públicamente el contenido de los acuerdos y el efecto real que tendrá, cuál es el objetivo que se persigue, qué nos esconden y por qué.

Es necesario oponernos enérgicamente antes de que sea demasiado tarde y los cambios no sean ya fácilmente reversibles. Como siempre, nos dicen que mejorará las perspectivas económicas y de crecimiento para los países europeos, pero esto es difícil de creer analizando lo que dichos tratados condicionan.

1-. Homologación de las normas: los países europeos tienen en general unas regulaciones mucho más exigentes que las estadounidenses en cuanto a trazabilidad, etiquetado, seguridad de los productos y protección al consumidor. Mediante el TTIP, las normas americanas se van a hacer equivalentes a las europeas, ignorando las mencionadas diferencias. De este modo empezarán a llegar a nuestro país productos que no superarían la normativa europea. Por ejemplo: en estados unidos hay decenas de productos transgénicos comercializados y no existe la obligación de indicar esa naturaleza en las etiquetas. En EEUU el límite de azúcar añadido en los alimentos duplica la cifra recomendada por la OMS debido al poder del lobby azucarero en ese país. Así mismo, mientras que en europa es preciso demostrar que un producto es seguro antes de ponerlo en el mercado, en Estados Unidos se hace al contrario, siendo preciso demostrar que es inseguro para no poderlo comercializar.

Parece difícil no entender como esto va a afectar negativamente a nuestros agricultores, ganaderos y en general a la industria de nuestros países.

2-. Protección de la inversión privada: los países europeos en general, protegen determinados servicios que consideran importantes para asegurar una vida digna a la ciudadanía. Servicios como la sanidad o la educación, son financiados con dinero público como una forma de proteger el interés general e impedir que dicho interés quede sujeto a los beneficios de las empresas privadas. Mediante la firma de estos tratados de libre comercio, cualquier empresa privada que se considere afectada (que sus ingresos se verán reducidos) por esta protección pública en determinados ámbitos, podrá solicitar una compensación económica a los gobiernos o bien la retirada de los privilegios a los servicios públicos.

Ni qué decir tiene que esto puede ser la puntilla para servicios como sanidad o educación si tienen que entrar en libre competencia con empresas privadas o se retira la financiación pública.

3-. Tribunales especiales: Solución de Diferencias entre el Estado y el Inversor (ISDS). El ISDS permitiría a las corporaciones y grandes empresas demandar a los Estados cuando consideren que alguna decisión democrática de gobierno en aras del interés general puede afectar a sus ganancias presentes o futuras. El ISDS estaría formado por unos presuntos tribunales que no son tales sino tres abogados privados sin mandato alguno de institución democrática alguna nacional o global. Y esos tribunales por encima de los Estados, serán los encargados de juzgar las demandas de menores beneficios de las multinacionales que exigirán multimillonarias indemnizaciones. Es decir, las grandes corporaciones se asegurarían los beneficios sin mover un dedo, solo por temor de que tal o cual ley en defensa de los intereses ciudadanos pudieran mermar los beneficios de esta o aquella corporación. Las empresas podrán cuestionar las leyes, proponer restricciones y exigir indemnizaciones.

El TTIP pretende además crear un Consejo de Cooperación Regulatoria para que las corporaciones puedan cuestionar todas las decisiones parlamentarias o gubernamentales que pudieran reducir sus beneficios.

En resumen, lo que buscan con desespero los tratados de libre comercio es eliminar las normas reguladoras, las barreras reglamentarias, las normas, cautelas y precauciones en beneficio de la ciudadanía y sus derechos, porque las élites entienden que todo eso reduce sus beneficios posibles. Lo que pretenden es que nada se oponga a sus inversiones y como quieran hacerlas.

A pesar de sus secretos y oscuridades en las negociaciones, el tratado ha de ser aprobado por el Parlamento Europeo y ratificado por los Parlamentos de los países miembro cuyas Constituciones así lo establezcan (que seguramente no será el caso del nuestro, puesto que PP y PSOE han rechazado una propuesta de IU en este sentido). Esa circunstancia abre una brecha por la que la ciudadanía se puede colar, movilizándose claramente en contra de la aprobación del TTIP. Aún podemos frenar esa aberración obscena contra los derechos de la inmensa mayoría y la limpieza y estabilidad del medio ambiente.